Nuestro Carisma Cisterciense

Somos monjas de vida contemplativa.


Vivimos bajo la Regla de San Benito y en ella encontramos el evangelio hecho vida para nuestros días al igual que lo fue en sus inicios. Por ello vivimos la autenticidad de la vida monástica ya que la Regla de San Benito recoge la herencia del monacato primitivo, la enriquece y se convierte en la línea maestra del monacato hasta nuestros días.
El carisma cisterciense sigue siendo actual en nuestros días, trata de buscar el equilibrio integral de la persona, de su parte espiritual y humana, con su máxima ORA ET LABORA. El trabajo y la oración son los pilares del carisma cisterciense en un intento de unificar a la persona como ser hecho de materia y espíritu.

 
La vida monástica claustral nos hace ver que dentro de los muros, lejos de encontrar un lugar pequeño y cerrado, las personas llamadas a esta clase de vida consagrada encuentran un lugar privilegiado y precioso para llevar una vida que es fuente de alegría y amor a Dios y a la humanidad; un lugar para el encuentro exclusivo con Dios, para quien quiere amar a Dios por encima de todo. La vida monástica en clausura es un estilo de entrega total a Dios, fuente de todo don: un signo y símbolo de ese maravilloso encuentro íntimo con el Señor.


En nuestro Monasterio vivimos una vida de clausura monástica, donde el silencio y la oración personal es la forma de unirnos más a nuestro Señor en medio del trabajo y las actividades diarias. La vida en comunidad enriquece nuestra persona y la ayuda a madurar y a realizarse plenamente por ello la fraternidad y la construcción de la Comunidad son elementos básicos de la vida cisterciense.


EL SILENCIO


El silencio es una de las piedras angulares de la vida y el desarrollo espiritual cisterciense, pero el propósito del silencio monástico no es no hablar. El propósito del silencio monástico y del hablar monástico, es el respeto a los demás, el sentido del lugar, un espíritu de paz. La regla de San Benito no llama al silencio absoluto, sino a un hablar juicioso. La espiritualidad cisterciense nos forma para escuchar siempre la voz de Dios. Cuando mi propio ruido ahoga esa palabra, la vida espiritual se convierte en una farsa.
La capacidad de escuchar al otro, de sentarse silenciosamente en presencia de Dios, de prestar un oído atento y de reflexionar, es el núcleo de la espiritualidad cisterciense.


NUESTRO DÍA A DÍA

Cada día es un regalo de Dios, cada amanecer es nuevo y distinto del anterior. Los días no se repiten, se suceden. Todo es nuevo para quien tiene ojos puros y corazón limpio. Por eso la vida cisterciense no es monótona, cada día tiene su encanto.
Guarda el orden y el orden te guardará. Tenemos un horario por el que nos regimos en esa búsqueda de equilibrio personal:

La Eucaristía.
Fuente y cumbre de toda vida cristiana.

La Liturgia de las horas.
Santificar la jornada a través del rezo de los salmos en las sucesivas horas de la liturgia.

La lectio divina.
Lectura y meditación de las sagradas escrituras, de los santos padres y exégesis bíblica, de manera que conformemos nuestra vida con el evangelio.

Oración personal.
Es el encuentro cotidiano e íntimo con el Señor, para manifestarle nuestro amor y dejarnos amar por él.

Ejercicios y Retiros espirituales.
Una vez al mes tenemos un día de retiro con caracter de evaluación y de crecimiento interior y una vez al año dedicamos unos días para profundizar en esto mismo guiadas por un sacerdote o religioso.

Trabajo.
Trabajamos para mantenernos y sobrevivir como todos los demás hombres y por solidaridad con todos.
Los monjes creen que gracias a su trabajo pueden ser compartidos los frutos de la tierra y ésta es la transformación del mundo que anuncia ya el Reino de Dios.

Formación Permanente.

La formación en la vida consagrada es un proceso pedagógico que tiene como fin primordial el lograr que la persona vaya adquiriendo a lo largo de su vida los mismos sentimientos de Cristo.
En nuestro Monasterio proporcionamos los medios adecuados y necesarios para responder plenamente a la llamada y profundizar en nuestro carisma.
La calidad de vida de un instituto religioso depende de la formación de sus miembros.

Recreación.
El esparcimiento y la recreación forma parte también de nuestra formación integral, dado que en el aspecto emocional nos ayuda a compartir, relacionarnos y conocer mejor a nuestras hermanas. El recreo enriquece la vida de familia de nuestras comunidades al comunicar y compartir entre nosotras nuestras vivencias, acontecimientos y todo aquello que nos pueda unir. Pero siempre esto es regulado en nuestro horario con un tiempo concreto.


1 comentario:

libertad dijo...

que vida mas hermosa!!!!!

Free counter and web stats